I CERTAMEN DE MICRORRELATO SOBRE VIOLENCIA DE XÉNERO
 I.E.S A XUNQUEIRA I

 

YO TENGO LA CULPA
(1º Premio E.S.O.)

Eric Martínez Estarás (4º B  E.S.O.)

          No soy un asesino, no he matado a nadie; tampoco he maltratado a ninguna mujer, pero... para mí y para muchos, como si lo fuera.
          Yo vivía en el centro de una pequeña ciudad, tenia una vida tranquila. Un día se mudo a la casa de al lado un matrimonio; en teoría feliz, pero no lo eran.
         Yo lo sabía, en el fondo sabía lo que pasaba en aquella casa... pero no dije nada. Conocía a aquella mujer antes de que se mudase aquí con su marido. Éramos buenos amigos, fue una casualidad que se mudase aquí.
         Oía cosas, gritos, y cuando le preguntaba, negaba. Un día la vi con golpes en la cara y me preocupé, fui a hablar con ella y me lo contó. Me dijo que se lo contaría a la policía, pero me mintió, no lo hizo.
         Tenia que haberlo denunciado en su momento, porque ahora... ahora ella está muerta y él en la cárcel. Yo tengo la culpa, debí haberlo contado; porque ahora es demasiado tarde...

GOTAS QUE DEJAN HUELLA
(1º Premio Bacharelato)

Ana Pilar Antón Ogando (2º Bacharelato)

          Una gota de agua. Tan solo ese mínimo ruido producía mi desvelo noche tras noche. Su melodía nunca cambiaba. Era una gota tan dura y persistente que hacía sentirme un cero a la izquierda…
          Cada gota señalaba un segundo. Llegué a contar 25.204 segundos lo que vendría siendo algo más de aquellas 7 horas de sueño que necesitaría para estar despejada cuando amaneciese. Cada segundo parecía pasar más lento, pero sabía que cada gota controlaba el tiempo mucho mejor que yo. Su método de estadística no fallaba. Cada gota conllevaba a un pensamiento en mi mente, para más tarde retomarlos. Aunque 25.204 ideas eran demasiadas para retenerlas todas, y muchas de ellas quedaron en la nada, 25.204 latidos tuve aquella noche, 12.602 suspiros que implicaron la liberación de mi alma, y recuerdos que me devolvieron 12.602 sonrisas.

LA PACIENCIA DE EFFY
(Mención especial E.S.O.)

Lorena Couselo  (4º A E.S.O.)

          20/11/11
          “Hoy me ha vuelto a pegar. No le hice la cena a tiempo y aun por encima no limpié bien la casa. Soy un desastre por eso le perdono…el pobre siempre se arrepiente, no puede controlarse, no es culpa suya, aunque cada vez las palizas son más fuertes…

          23/11/11
          “Ahora me prohíbe salir de casa y me pega sin motivo. Llevamos bastantes años juntos pero ya no puedo con el dolor y las heridas. El médico creo que empieza a sospechar. No puedo ir más allí, no quiero que acusen a mi marido. Le quiero mucho …”

          25/11/11
          Artículo del periódico:
“Víctima número 47 de la violencia machista (…) La encontraron muerta junto a su marido que intentó quitarse la vida…”

 

BASTA XA!!
(Mención especial Bacharelato)

Alba Miguéns Gómez (1º A Bacharelato)

         - Dígoche que non podes saír por aí sen o meu permiso!
         - Pero se só fun tomar un café coas miñas amigas ao recoller os nenos.
         - E como sei eu que non me enganas? Que non estiveches con outro por aí?
         - Pero por favor non me pegues, non o volvo facer, xúrocho.
         Xa están meus pais discutindo outra vez. Pero é que os veciños non escoitan os berros e os choros de miña nai? Oxalá que pete alguén á porta e pare isto dunha vez, porque xa non o aguanto máis e miña nai, miña nai… a pobre di que non pasa nada, que é normal que se enfade por esas cousas e que me pai a quere, pero iso non é así. Cando unha persoa quere a outra, non lle pega e logo lle regala flores,cando unha persoa quere a outra non a ameaza con quitarlle aos fillos se quere o divorcio. Cando dúas persoas se queren e se respetan de vedade, falan os problemas e non os arranxan a paos. Porque unha muller non é un obxecto, nin pertence a ninguén. Unha muller é libre e goberna a súa vida como quere sen que ninguén mande nela. E agora este pailán marcha ao bar
          - Mamá, estás ben?
          - Sí tranquila filliña, non foi nada.
          - Non? E esas magoaduras? Esas marcas nos pulsos? Mira, hai que chamar ao 016, agora. Xa está ben de seguir finxindo que na nosa casa todo vai ben, de que teñas que esconder os golpes, de que non poidas saír da casa máis que para facer a compra e recollernos a nós no colexio. Basta xa! Ou chamas ti, ou chamo eu.
          - Non, non podo facer iso, senón apartaravos de min, e nunca vos volverei a ver.
          - Iso son escusas, chama xa, e acabemos con isto dunha vez, a nós protexerannos, estate tranquila, hai que se encarga diso.
          - Dacordo, tes razón, non podo seguir así.El xa non é o home co que me casei.

          Pi... pi...
          - 016 en que podo axudala?

COURAGE
(Mención especial. Modalidade Francés)

Roberto Vázquez González (2º C Bacharelato)

          A midi, elle était à la porte du collége de ses enfants. Elle attendait pour les recuperer, elle était sortie en avance du travail pour aller les chercher.
En sortent les deux enfants, trouvèrent que leur mère était nerveuse et elle était présée.
          Quand les deux frères sont entrés dans la voiture ils ont vu des valises et leur mère leur a dit qu'ils allaient chez leur grand-mère pour passer quelques jours.
          Son portable sonnait et à chaque appel une larme tombait de son visage.
          La grand-mère savait ce qu'il se passait et elle voulait que sa fille redevienne heureuse, mais elle pensait qu'il était une bonne personne, qu'il le faisait sans le vouloir.
          Il a fallu qu'elle jette un regard vers ses enfants pour comprendre que la situation devait changer, tous ses bleus ça n'en valait pas la peine.
          Dehors, on entendait le bruit d'une voiture, son mari en descendait très en colère et lui criant de revenir à la maison.
          Les portes étaient fermées mais il avait cassé une fenêtre et il était presque à l'intérieur, bien que tout soit fini pour lui, les policiers venaient d'arriver et peu après, la mère des les deux frères pouvait voire qu'ils l'emportaient. Elle n'arrivait pas à croire que tout ètait fini et que la personne qu'elle aimait le plus ètait maintenant la personne qu'elle haïsait le plus.
          Mais finalement, elle était vivante parce que la grand-mère avait en le courage de faire ce dont elle n'avait pas été capable.
 

AGAIN AND AGAIN
(Mención especial. Modalidade Ínglés)

Débora Fariña González (2º B Bacharelato)

          I have been free for two years. Since then, I’ve been able to sleep, eat, study and laugh. In short, to live.
          I still remember the cries and blows before I went to bed. Also I remember my mother’s sobs after meals. I remember that heavy hand beating my little brother, my mother and me, too.
          Some nights I wake up frightened, remembering that red face shouting at us and the feeling of guilt thought we had never done anything wrong.
          Those were years of fear.
          However, now we are free. There are no more cries, sobs or blows.
          You realized that you were better of being lonely instead of being with him. You also realized that blows and cries didn’t show love. Finally, you realized life with him wasn’t actually life.
          You were brave and you save us.
          You have felt lonely for two years. You left the person you loved.
          You have been missing him for two years, but you left everything for us, your children, because you really love us. However he never loved us and he won’t love anybody.
          Because you saved us, thank you mum!

CUENTA REGRESIVA
(1º Premio Profesorado)

Liliana Monetti Rodríguez (Profesora de Ciencias da Natureza)

           Diez. Lo viste en un programa de televisión, hace poco. Decían que para evitar la angustia -todos esos oscuros pensamientos que ensombrecen la vida-, una buena terapia era pensar en diez cosas buenas que nos hayan pasado últimamente. Diez experiencias sencillas y bonitas, desde que te levantas, hasta que te acuestas. Pero tú no puedes pensar en diez, ni en cinco. Te cuesta encontrar apenas dos, quizás una. Fugaces.
           Nueve. Haces cuentas y son nueve años ya. Un tiempo gris en el que el sueño inocente de una joven se convirtió en la pesadilla asfixiante de una mujer, envejecida por los insultos y la falta de libertad. Nueve años de de metamorfosis retrógrada. La delicada mariposa se convirtió en gusano.
           Ocho. Ocho rosas amarillas fueron su último simulacro de arrepentimiento. Tú sólo viste las espinas. Ahora, en penumbras, adivinas las hojas marchitas asomando desde el cubo de la basura.
            Siete. Siete colillas y un humo espeso de tabaco amargo, dañino. Algún día dejarías de fumar.
           Seis. Ésas fueron las ocasiones en las que te atreviste a acudir al médico, avergonzada. Te pidieron que denunciaras pero nunca fuiste capaz. Hasta hoy.
           Cinco. Tu amiga cogió el teléfono y antes de que empezaras a hablar, advirtió tus sollozos y te dijo que te recogería en cinco minutos. Cinco minutos que se te hacen eternos, mirando el reloj al tiempo que escuchas las gotas de la lluvia persistente golpear sobre la ventana. Cinco minutos no pueden ser tan largos. Pronto estará aquí.
          Cuatro. De todas las fotos que había en la casa, tuviste tiempo de escoger unas pocas, sólo cuatro. En una de ellas, estás con tu abuela, tu madre y tu niña, el día de su nacimiento. Ese era quizás, el único pensamiento feliz que podías dibujar entre tus recuerdos. Lo anotaste en una libreta pequeña.
          Tres. Con apenas tres años, la niña sonríe ajena a todo, con una sonrisa transparente y una mirada tierna que te hace sentir mejor. Nunca pensaste en la palabra invulnerable, porque no estaba en tu diccionario. Pero desde que ella nació, pensaste que así era como tenías que sentirte. Tenías que esperar el momento adecuado para eclosionar y renacer. Ser fuerte por las dos. Os quedaba toda la vida para disfrutar juntas. Si lograbas tener una vida.
          Dos. Cerraste la maleta y escuchaste los dos “clac” sonando contundentes, como el pistoletazo de salida de una dura carrera, como la nota perdida de una sinfonía inconclusa. No pudiste evitar pensar en lo bien que habías hecho al comprarla, aunque nunca hubieras podido viajar a ninguno de los sitios con los que soñabas. Afortunadamente, los sueños no tenían fecha de caducidad.
          Una. Sólo una pregunta te venía a la cabeza. Por qué razón, si el que comete el delito es él, la que tenía que huir era ella. No pretendiste encontrar respuestas. Seguramente no las entenderías.
          La bocina del coche te despertó de tu letargo otoñal. Con la mano derecha, cogiste a tu niña, aferrada a su muñeca preferida. Con la izquierda, intentaste agarrar la maleta. Casi habías olvidado el dolor y los moratones que ocultabas bajo una gastada camisa azul. Te estremeciste, pero no te quejaste. No mirarías atrás. No hacía falta, nada había en esa casa que te provocara nostalgia.
          Bajaste la escalera, y antes de subir al coche, pudiste ver que uno de los carteles que pegaran hace tiempo, colgaba medio deshecho, después de la última tormenta. “Con el maltratador, tolerancia cero”, leíste. Así es como empezarías de nuevo a vivir, de cero. Resurgiendo de entre los escombros de una casa que nunca fue un hogar. Desplegaste tus alas de mariposa, sólo te quedaba volar.

ES REAL
(Mención especial profesorado)

José M. Ramos González (Profesor de Matemáticas)

          Su cabeza era un torbellino de mil ideas dispersas y caóticas, pero siempre emergía el mismo pensamiento. Era como si ese episodio feliz de su vida se hubiese convertido de pronto en algo que no formaba parte de su pasado, como si no hubiese estado en aquella iglesia, ante aquel sacerdote que en nombre de Dios bendecía su matrimonio. Como si el hombre que la miraba con ternura y la tomaba por esposa, jamás hubiese existido. A su mente volvía de forma obsesiva y lacerante aquel recuerdo, como los fotogramas de una película en la que ella solamente era una mera espectadora, pero en la que los actores le eran completamente ajenos…A su mente acudían las fórmulas de la liturgia: «En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad.» ¡Qué ironía!
          No podía entender como el amor que se profesaron en todos los meses del noviazgo, durante la ceremonia de la boda y en los maravillosos días de la luna de miel, se había convertido en algo turbio, sombrío y tan maligno. No le dolía el ojo morado que casi no podía abrir, ni el labio partido, ni los dientes con los que ya no podía masticar porque bailaban en sus encías. Le dolía el alma. Le resultaba imposible expresar su dolor porque no tenía palabras, porque aquello era mucho más que dolor; era una tortura continua y sin tregua.
          No quería compartir con nadie su desgarradora pena. Temía la incomprensión de su familia y el desdén de la de su marido. Se sentía sola y eso agravaba su dolor.
          Para consolarse, con frecuencia pensaba que era la culpable de todo lo que estaba sucediendo, de que ya no era la mujer que se arreglaba para su hombre, que ya había perdido su capacidad de seducción, que tal vez él se merecía más de lo que ella le proporcionaba. Este pensamiento era su única válvula de escape. El creerse responsable de lo que le ocurría la aliviaba de algún modo, porque creía que de ella dependía la solución… Pero cuando comenzaban los gritos y los golpes, era consciente del autoengaño. Su única reacción era protegerse con sus brazos y situarse con la espalda pegada a la pared en posición fetal; de este modo trataba que una parte de su cuerpo no recibiese todo aquel aluvión de odio. También advertía como a él le irritaba su pasividad, su indefensión y como la rabia del hombre se multiplicaba con cada golpe, con cada patada…
          Quedaba exhausta y en ocasiones llegaba a perder la conciencia tras aquellas palizas.
          Un día, después de haber permanecido absolutamente inconsciente durante una hora, se levantó con dificultad. El dolor en el estómago era tan intenso que acabó vomitando. Se apoyó en el borde del lavabo y lentamente levantó la cabeza. El espejo devolvió su reflejo. No se reconoció y quedó aterrada; pero no la asustaron las heridas ni el hinchazón de su rostro, sino aquel monstruo de pesadilla que la miraba cara a cara. Cuando volvió a la realidad, las lágrimas se mezclaban con la sangre seca de sus mejillas y caían sobre su vestido blanco dejando unas manchas rosadas que le recordaban el color favorito de su niñez. Esa idea tan absurda le pareció divertida por lo inapropiado de la situación; en ocasiones los vericuetos de la mente son tan inescrutables como los designios de Dios, pero cuando sus labios se plegaron para esbozar una sonrisa de conmiseración consigo misma, un rictus de dolor se hizo manifiesto en su cara destrozada.
          En un instante de lucidez fue consciente por vez primera del estado al que aquel desconocido la había reducido. Pensó que ya no podía más… que en la siguiente ocasión la mataría. Su débil cuerpo y su quebrada voluntad no podrían soportar de nuevo más golpes. Pero sobre todo, y lo que más le horrorizaba, era advertir la pérdida y negación de su propia personalidad; ya casi no quedaba nada de la autoestima que en su día había hecho de ella una mujer emprendedora y feliz. Eso era lo que la aterraba porque ignoraba en lo que acabaría convirtiéndose si esa pequeña llama se apagaba. Temía más eso que la propia muerte. Al fin y al cabo, pensaba en los peores momentos, la muerte sería una liberación. Pero era creyente y el suicidio no era una opción.
          No fueron los golpes, ni el dolor físico, ni el temor a la incomprensión de su familia, ni siquiera el propio miedo a la muerte… Fue su condición de ser humano, una fuerza salida de su subconsciente más profundo que con voz atronadora le repetía: ¡Enfréntate! ¡Lucha!...¡Tú eres la fuerte y él es débil y un cobarde! ¡Busca ayuda…ten fe!
          La mujer se lavó la cara. Se encontraba mejor… Esa voz volvía a ordenarle imperiosamente que combatiese… Se cambió el vestido manchado de sangre, se peinó como pudo y salió a la calle.
          Algún vecino entreabrió la puerta con disimulo para verla escaleras abajo, y pese a su evidente cojera y dificultad para bajar los escalones, nadie acudió a ayudarla.
          Los paseantes miraban con curiosidad e indiferencia a una mujer que caminaba penosamente por la calle; algunos, los menos, sentían cierta lástima. Cuando la mujer se encontró ante aquella Comisaría de Policía, alzó la cabeza y la voz le ordenó: ¡¡Entra!! Lo hizo, y una sensación de alivio que ya casi tenía olvidada, la fue invadiendo.
          Acababa de franquear la primera puerta hacia la libertad.

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