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Paris, 3 de noviembre de 1877
Si no le he escrito
hasta ahora, querido Maestro, es porque esperaba poder ir a verlo una de
estas semanas; mi economía no me ha permitido emprender ese pequeño viaje. Voy
a tratar de reparar mis errores con una descripción exacta, acompañada de
planos, para hacerle comprender que la región es bastante complicada.
En primer lugar usted no puede hacer partir a sus
hombres1 de Bruneval para ir a Étretat porque existe entre Bruneval
y Antifer un punto muy entrado en el mar que que yo jamás he podido franquear a
pie (aunque se pretenda hacerlo en las más fuertes mareas, tal vez sea posible,
pero a mi me parece dudoso en tanto que yo no lo he hecho).
Ahora bien, cerca de Bruneval, yendo hacia
Étretat, existe una hermosa playa, la de Antifer. Se llega a esas tierras por
un pequeño valle principio se encuentra cerca de Tilleul, en el camino del
Havre. Las dos pequeñas vertientes de este valle están cubiertas de juncos
marinos o aulagas. Hay algunas franjas de tierra cultivada a derecha y a
izquierda del pequeño camino (por el que podría pasar un pequeño carruaje con
un poco de esfuerzo) que se dirige hacia el mar. Este camino se ensancha poco a
poco y acaba en una especie de barranco que desemboca en la playa (del Tilleul
al mar, aproximadamente 3 kilómetros). Una vez en la playa, se puede ver a la
derecha un alto acantilado vertical (100 metros) que va hacia el Havre. Un rodeo
por el acantilado permite la visión a 500 o 600 metros de la playa.
A la derecha, la playa continúa durante 500 o
600 metros igualmente, y es bruscamente detenida por una gran aguja de
acantilado que se adelanta bastante lejos en el mar y bajo la cual pasa por el
medio, un pequeño túnel (este paso podrían intentarlo Bouvart y Pécuchet)
La aguja del acantilado, que se llama La Courtine,
tiene sobre su cumbre las ruinas de una vieja garita (invisible, creo, desde
Antifer, pero visible desde el otro lado).
Una vez en el pie de este acantilado, se sube al
por medio de una cuerda (de 2 metros aproximadamente), hasta el agujero que
sirve de paso. Este hueco, muy ancho en sus dos aberturas, hacia abajo y hacia
arriba, se estrecha hacia en el medio, donde no hay más que dos metros de alto.
Su longitud total es de aproximadamente 15 metros. La base es mucho más baja
del otro lado. Para alcanzarlo sube por la derecha del agujero un pequeño
sendero tallado en el acantilado a pico. Este sendero llega a una especie de
escalera formada simplemente de huecos en la roca, unos naturales, los otros
hechos por los pescadores. Se tocan con las manos las anfractuosidades del
acantilado, y se desciende de nuevo hasta la base. La playa de guijarros, por
aquí, es muy estrecha y se percibe una gran extensión de rocas cubiertas de
algas. Contra la pendiente de la que acabo de hablar, se pueden ver los restos
de un enorme desprendimiento. Doscientos pasos más lejos, tres encantadoras
fuentes de agua dulce. Caen de 5 a 6 metros en medio de los musgos y la última
en dirección a Étretat forma una pequeña bóveda bajo la que se adelanta y de
donde se mira el mar por una gran abertura redonda, rodeada de musgo y de donde
caen mallas de agua.
Una cosa esencial que he olvidado: una vez en el
agujero de la Courtine, se observa bruscamente la Manne-Porte, y, bajo la Manne-Porte,
la Porte de Aval... Está a más de un kilómetro (una media hora andando sobre
los guijarros y las rocas) de la Manne-Porte. Poco más o menos como aquí
[sigue un mapa] solamente, según mi dibujo, parece estar cerca de la Manne-Porte,
mientras que está a más de un kilómetro (media hora de camino sobre los
guijarros y las rocas).
Vuelvo a las fuentes - Cien pasos más lejos, una
pequeña punta formada solo por el pie del acantilado; de frente, a cuatro
metros, un grueso peñón sobre el que se puede subir por una grieta. Una vez
allí, se llega cerca de otra grieta en el mismo peñón, que comunica con el
mar. El interior de esta especie de gruta por donde se puede descender (con
dificultad) está cubierto de una especie de musgo marino rojizo. Allí, está
el camino entre la aguja de la Courtine y la Manne-Porte, encerrada en un
anfiteatro de acantilados, verticales, de cien metros de altura, y en el que las
cumbres dentadas ofrecen unas extrañas formas de todo género y perpetuas
amenazas de desprendimiento.
El sitio es solitario y siniestro cuando el cielo
está sombrío. Se encuentra sobre todo aislado, separado de los otros por esta
muralla de acantiladas en semicírculo en la que el mar bate las dos puntas.
Excelente lugar para la conversación de sus dos hombres que pueden tener miedo,
de repente, aparte de los desprendimientos (frecuentes en este lugar), de ver el
camino cerrado ante ellos por la pleamar. Le indico la situación del peón por
una A. [sigue un plano]
El acantilado, hasta la Manne-Porte, tiene el
mismo aspecto, es decir que es muy vertical, minado por algunos sitios. Está
por todas partes compuesto de calizas que cubren las líneas de silex. De vez en
cuando, unos desprendimientos arrastran una pequeña capa de tierra vegetal
sobre la que crecen unas coles marinas.
La Manne-Porte es un inmenso arco bajo el cual se
pasa a pie con la marea baja; este es su aspecto [sigue un esquema]
Cuando nos acercamos, se percibe por debajo de la aguja de Étretat, que se
encuentra a 500 o 600 metros más lejos contra la puerta de Aval. Sería
necesario que Bouvard caiga sobre el musgo resbaladizo para dejar a P[écuchet]
tiempo de ganar la puerta de Aval bajo la que se puede también pasar en marea
baja atravesando de peñón en peñón, a veces saltando, pues hay casi siempre
agua baja esta puerta, lo que haría retrasar a Bouvard, cuando llegase
naturalmente a querer pasar por allí.
La pequeña bahía formada entre las dos puertas
tiene de particular que se puede ver en medio una especie de medio embudo
revestido de hierba, donde serpentea un sendero muy rápido, que se llama la
Valleuse de Jambour. Bouvard, temeroso del agua bajo la puerta de Aval, y no pudiendo
saltar como P. de roca en roca, a riego de ahogarse en los trechos que son muy
profundos, regresaría sobre sus pasos y vería el valle. Este es el aspecto de
este valle [sigue un dibujo]. Indico la hierba por los pequeños trazos y el
sendero por la línea negra. Se sube primero sobre un resto de desprendimiento
caido al pie del acantilado, después el sendero de A a B, y se vuelve enseguida
muy rápido, muy resbaladizo, con unas piedras que ruedan bajo los pies y las
manos, y se termina con unos bruscos zigs zags. Las personas temerosas se
agarran a las hierbas. (Este valle, practicable incluso por mujeres audaces
hasta este año, no es ya accesible hoy más que para hombres muy ligeros y muy
acostumbrados a los acantilados; debe ser reparado). Antaño, una cuerda
atada a la roca, iba justo hasta el fondo de la pendiente.
Una vez en lo alto, se ve Étretat, y se llega
allí por una suave pendiente sobre la hierba, de 1 kilómetro aproximadamente.
Hay en lo alto de esta subida una loma en la tierra. Se trata de un refugio por
temor de enfriarse, después de haber subido el sendero.
He aquí (en forma de guía) el itineario de
Antifer a Étretat.
Me he abstenido de cualquier descripción
imaginada para tratar de hacerselo ver mas claramente. No sé si he tenido
éxito. Su usted desea otra cosa, si no me he explicado bien, escríbame
inmediatamente y yo le responderé el mismo día.
Adiós, querido Maestro, le abrazo estrechando
sus manos. Si la señora Commanville está cerca de usted, dele mis saludos más
respetuosos y cordiales. Saludos a su marido. Recuerdos al gran Laporte.
GUY DE MAUPASSANT
1 Bouvard et Pécuchet.
Traducción de José M. Ramos González para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant
Paris, ce 3 novembre 77.
Si je ne vous ai point écrit plus tôt, mon cher Maître, c'est parce que
j'espérais pouvoir aller vous voir de semaine en semaine ; mes finances ne
m'ont point permis d'entreprendre ce petit voyage. Je vais tâcher de réparer
mes torts par une description exacte, accompagnée de plans, pour vous faire
bien comprendre le pays qui est fort compliqué.
D'abord vous ne pouvez faire partir vos bonhommes1 de Bruneval pour aller à
Étretat parce qu'il existe entre Bruneval et Antifer une pointe fort avancée
dans la mer et que je n'ai jamais pu franchir à pied (quoiqu'on prétende que
dans les plus fortes marées la chose soit possible, mais je la tiendrai pour
douteuse tant que je ne l'aurai point faite).
Or, après Bruneval, en allant vers Étretat, il existe une fort jolie plage,
celle d'Antifer. On y arrive des terres par une petite vallée dont la naissance
se trouve près du Tilleul, sur la route du Havre. Les deux versants de ce
vallon sont couverts de joncs marins ou ajoncs. Il y a quelques bandes de terres
labourées à droite et à gauche du petit chemin (dans lequel pourrait à la
rigueur passer une carriole) qui conduit à la mer. Ce chemin s'enfonce peu à
peu et finit en espèce de ravine qui aboutit à la plage (du Tilleul à la mer,
environ 3 kilomètres). Une fois sur la plage, on aperçoit à droite une haute
falaise droite (100 mètres) qui va vers Le Havre. Un détour de la falaise
arrête la vue à 500 ou 600 mètres de la plage.
A droite, la plage se continue pendant 500 ou 600 mètres également, et est
brusquement arrêtée par une grande pointe de falaise qui s'avance fort loin
dans la mer et sous laquelle on passe au moyen d'un petit tunnel (ce passage
pourrait tenter Bouvard et Pécuchet).
La pointe de la falaise, qu'on appelle La Courtine, porte sur son sommet les
ruines d'un ancien corps de garde (invisibles, je crois, d'Antifer, mais
visibles de l'autre côté).
Une fois arrivé au pied de cette falaise, on monte au moyen d'une corde (2
mètres environ), jusqu'au trou qui sert de passage. Ce trou, fort large à ses
deux ouvertures, en aval et en amont, se rétrécit vers le milieu, où il n'a
guère plus de 2 mètres de haut. Sa longueur totale est d'environ 15 mètres.
Le galet est beaucoup plus bas de l'autre côté. Pour y parvenir, on suit sur
la droite du trou un tout petit sentier taillé dans la falaise à pic. Ce
sentier aboutit à une espèce d'escalier formé simplement de trous dans le roc,
les uns naturels, les autres creusés par les pêcheurs. On se tient avec les
mains aux anfractuosités de la falaise, et on descend de nouveau jusqu'au galet.
La plage de galet, par ici, est fort étroite et on aperçoit une grande
étendue de rochers couverts de varech. Contre la descente dont je viens de
parler, on aperçoit les restes d'un énorme éboulement. Deux cents pas plus
loin, trois ravissantes fontaines d'eau douce. Elles tombent de 5 à 6 mètres
au milieu des mousses et la dernière vers Étretat forme une petite voûte sous
laquelle on s'avance et d'où l'on regarde la mer par une ouverture toute ronde,
garnie de mousse et où suintent des filets d'eau.
Chose essentielle, que j'ai oubliée : une fois dans le trou de la Courtine, on
aperçoit brusquement la Manne-Porte, et, sous la Manne-Porte, la Porte d'Aval...
On est à plus d'un kilomètre (une demi-heure de marche sur le galet et les
rochers) de la Manne-Porte. A peu près comme ceci [suit un croquis] seulement,
d'après mon dessin, on a l'air d'être tout près de la Manne-Porte, tandis
qu'on en est à plus d'un kilomètre (1/2 heure de marche sur le galet et les
rochers).
Je retourne aux fontaines - Cent pas plus loin,
une petite pointe formée par le pied seul de la falaise ; en face, à quatre
mètres, un gros rocher sur lequel on peut monter par une crevasse. Une fois là, on arrive près d'une autre
crevasse dans le rocher même, qui communique avec la mer. Le dedans de cette
espèce de grotte où l'on peut descendre (difficilement) est tapissé d'une
sorte de mousse marine rougeâtre. Là, on est à mi-chemin entre la pointe de
la Courtine et la Manne-Porte, enfermé dans un amphithéâtre de falaises,
droites, hautes de cent mètres, et dont les sommets dentelés ont des
bizarreries de formes de toute espèce et de perpétuelles menaces d'éboulement.
L'endroit est solitaire et sinistre quand le ciel est un peu sombre. On se
trouve surtout isolé, séparé des autres par cette muraille de falaises en
demi-cercle dont la mer bat les deux pointes. Excellente place pour la
conversation de vos bonhommes qui peuvent craindre, tout à coup, en dehors des
éboulements (fréquents en ce lieu), de se voir la route fermée devant eux par
la marée montante. J'indique la situation du rocher par un A. [Suit un plan.]
La falaise, jusqu'à la Manne-Porte, a le même aspect, c'est-à-dire qu'elle
est très droite, minée par endroits. Elle est partout composée de calcaire
que coupent des lignes de silex. De place en place, des éboulements ont amené
jusqu'en bas une petite couche de terre végétale sur laquelle poussent des
choux marins appelés, je crois, crambés.
La Manne-Porte est une immense arcade sous laquelle on passe à pied sec à mer
basse ; en voici l'aspect. [Suit un croquis.]
Quand on en approche, on aperçoit par dessous l'aiguille d'Étretat qui se
trouve à 500 ou 600 mètres plus loin contre la porte d'Aval. Il faudrait que
Bouvard tombât sur le varech glissant pour laisser à P[écuchet] le temps de
gagner la porte d'Aval sous laquelle on peut aussi passer à mer basse en
enjambant de rocher en rocher, parfois en sautant, car il y a presque toujours
de l'eau sous cette porte, ce qui ferait reculer Bouvard, lorsqu'il arriverait
naturellement à vouloir passer par là.
La petite baie formée entre les deux portes a cela de particulier qu'on
aperçoit vers le milieu une sorte de demi-entonnoir gazonné, où serpente un
sentier très rapide, qu'on appelle la Valleuse de Jambour. Bouvard épouvanté
par l'eau sous la porte d'Aval, et ne pouvant enjamber comme P. de rocher en
rocher, au risque de se noyer dans les intervalles qui sont très profonds,
retournerait sur ses pas et apercevrait la valleuse. Voici l'aspect de cette
valleuse [suit un dessin]. J'indique l'herbe par les petits traits et le sentier
par la ligne noire. On monte d'abord sur un reste d'éboulement qui mène au
pied de la falaise, puis le sentier la longe de A à B, et devient ensuite très
rapide, très glissant, avec des pierres qui roulent sous les pieds et les mains,
et se termine par de brusques zigs-zags. Les gens craintifs se cramponnent aux
herbes. (Cette valleuse, praticable même aux femmes hardies jusqu'à cette
année, n'est plus accessible aujourd'hui qu'aux hommes très souples et très
accoutumés aux falaises ; on doit la réparer). Autrefois une corde attachée
au rocher, allait jusqu'au bas de la descente.
Une fois en haut, on aperçoit Étretat, et on y arrive par une descente douce
sur l'herbe, de 1 kilomètre environ. Il y a dans le haut de cette montée une
butte en terre. On s'y réfugie, par crainte du rhume, après avoir gravi le
sentier.
Voilà (en style de guide) l'itinéraire d'Antifer à Étretat.
Je me suis abstenu de toute description imagée pour tâcher de vous faire voir
plus nettement. Je ne sais si j'ai réussi. Si vous voulez autre chose, si je ne
vous ai pas bien compris, écrivez-moi immédiatement et je vous répondrai le
jour même.
Adieu, cher Maître, je vous embrasse en vous serrant les mains. Si Mme
Commanville est près de vous, faites-lui mes compliments respectueux et bien
cordiaux. Bien des choses à son mari. Amitiés au grand Laporte.
A vous
GUY DE MAUPASSANT
1 Bouvard et Pécuchet. (Voir dans le Manuscrit Autographe [N° 35, sept.-oct. 1931] cette lettre (illustrée de huit croquis).
Puesto en formato html por Thierry Selva: http://maupassant.free.fr/